domingo, 23 de noviembre de 2008

Así lavaba DMG el dinero de los narcos


Desde el otro lado del teléfono, el periodista panameño cuenta que lo único que sabe de David Murcia Guzmán, es que era un buen observador. En Ciudad de Panamá, convertida en capital de la evasión y el escapismo gracias a la conveniente discreción del sector financiero, el dato, más allá de una anécdota, puede resultar una revelación.

“Esa era una de sus virtudes: ser un gran observador y buen planificador”, repite el hombre, antes de hablar de los excesos de magnate en los que incurría el chico que alguna vez sólo tuvo para comprar una bolsa de leche al día.

Quién sabe. Aquella también hace parte del centenar de dudas que hay debajo de la otra pirámide que constituye la vida de quien puso en jaque al sistema financiero colombiano. Pero de ser cierto, encajaría en una hipótesis extraoficial según la cual Murcia habría calcado su plan del engaño, del modelo que quebró la economía de Albania hace once años.

Suena un tanto ilógico teniendo en cuenta que se trataba de un bachiller interesado más en la farándula que en los libros de historia, pero si se revisa la historia de lo que sucedió en esa república del sudeste europeo, las similitudes con el caso colombiano parecen algo que más que meras coincidencias. Sólo dos ejemplos:

Allá empezaron a invertir las clases menos favorecidas y terminó haciéndolo gente de todos los estratos (se calcula que dos tercios de la población depósito su dinero en el sistema piramidal). Y, tal como aquí, la violencia acompañó el colapso del proceso.

Y hay otro detalle que encaja. Al igual que sucedió en Albania, quedó en evidencia que los tentáculos de los cerebros de la pirámide son mucho más extensos de lo que inicialmente se suponía.

Peones con falda

Ya se supo que altos mandos militares y narcotraficantes eran parte de la estrategia de DMG para la ejecución de sus actividades ilícitas en más de siete países.

Pero ahora ha quedado al descubierto que buena parte de la estructura dependía de comerciantes del común, que eran vinculados con artimañas y promesas selladas con signos de pesos por delante.

¿Cómo un simple bachiller pudo ser tan hábil para lograr todo eso? ¿Cuál era la forma de pescar a esos otros incautos? ¿Eran ellos, entonces, los esclavos que cargaban los bloques más pesados de la pirámide?

Nidia Rosero Fernández es una de las testigos que puede resultar determinante a la hora de desenredar este bulto de anzuelos. El 21 de agosto del año pasado, ella, una comerciante caleña de víveres que trabajaba en Orito, Putumayo, le contó a la Fiscalía que algunos de los contactos con los personajes que David Murcia Guzmán utilizó para extender los tentáculos de su supuesta comercializadora de bienes y servicios, eran hechos directamente por él.

En su caso, ella fue contactada por el hoy prófugo de la justicia William Suárez (cuñado de Murcia), que a mediados del 2007 fungía como la segunda cabeza visible de DMG. La propuesta que le hicieron fue que montara una prueba piloto en Orito de las tarjetas prepago de esa empresa. Nadie le preguntó si sabía de mercadeo, si tenía conciencia social, si entendía el negocio, si sabía sumar. Lo que necesitaban era su fachada. Ésta, la suya, es la historia exclusiva del segundo decomiso millonario, aquel que se constituyó en la punta del ‘iceberg’ que hundió a DMG.

La testigo prepago

“El negocio lo hice por un valor de cien millones de pesos y funcionó”, recuerda la mujer de 50 años.

Al tiempo, Suárez la buscaría nuevamente para que viajara a Bogotá y se entrevistara con Murcia, encuentro que se efectuó el 13 de agosto del mismo año.

“En la reunión me propuso ampliar la red de atención al cliente en Sibundoy, Mocoa, Villagarzón, Puerto Asís y la Hormiga”. Pese a que ella advirtió no tener la capacidad para hacerlo, el gerente de DMG lo solucionó todo con plata. La oferta fue tan tentadora que el mismo día, Rosero Galíndez firmó un pagaré en blanco y de manera verbal Murcia Guzmán le manifestó que le entregaría siete mil millones de pesos.

“Murcia me dijo que el dinero me lo hacía llegar a La Hormiga. Acepté, ahí se iniciaba mi responsabilidad con el transporte de la plata”.

La mujer comisionó a su yerno Francisco Adrián Benavides y a Gustavo Adolfo Terán para recoger las cajas con la plata. “De pronto me entra una llamada, eran ellos asustados, me dijeron: doña Nidia nos lleva la Policía porque quieren revisar las cajas”.

Inmediatamente, la comerciante llamó a Suárez para contarle del control policial y que era necesario presentar un documento para justificar la plata. La mujer recuerda que Suárez le dijo que le mandaba el documento y agregó, “si alguna cosa pasa, que se comuniquen con nosotros o nos investiguen, porque tenemos cómo demostrar ese dinero”. Han pasado quince meses. ¿Dónde está la prueba?

No sólo Nidia se lo pregunta. Un año antes, ya había pasado. También en Putumayo, las autoridades le habían decomisado $7.370 millones a DMG. Aquel monto tampoco puso ser sustentado.

El impero del lavado

En sus declaraciones ante la Fiscalía, Rosero Galíndez afirma que no le pareció sospechosa la manera como le iban a entregar la plata, ya que DMG llevaba cuatro años en la región.

Pero la detención de Murcia esta semana en Panamá, y de dos de sus socios, Margarita Pabón, abogada de la compañía y Daniel Ángel Rueda, productor de Boddy Channel, en Bogotá, llevó a la Fiscalía a revelar parte de las pruebas en su contra.

“Desde la constitución de la empresa comenzó el lavado. Si se confronta la parte contable con los registros bancarios, no existe igualdad en las cifras”, señaló la fiscal 23, Luz Ángela Bahamón.

Para las autoridades monetarias, el 8 de abril del 2005 David Murcia Guzmán constituyó el grupo DMG junto a su esposa, Johana León, y su madre, Amparo Guzmán, con un capital de 100 millones de pesos. Pero a 31 de diciembre de ese mismo año se descubrió, por primera vez, que tenía consignaciones por más de dos mil millones de pesos.

Además, en una visita de la Superintendencia Financiera, en ese mismo periodo de tiempo se encontraron copias de recibos de caja con los que se evidenciaban préstamos hechos por $1.135 millones de pesos por parte de Murcia y $1.048 por parte de su esposa a DMG, dinero que regresaba a la compañía el mismo día, mediante cheques.

La fiscal Bahamón señaló en la audiencia que “no existe un soporte que justifique cómo para el 2005, Murcia obtuvo deudas por 2.414 millones de pesos, cuando su capacidad económica era de 985 millones”.

¿Podían caber más dudas sobre el origen de los dineros manejados por la captadora? En una conversación entre Margarita Pabón y un hombre identificado como ‘Juan’ se hace referencia al extraditado jefe paramilitar Carlos Mario Jiménez Naranjo, alias ‘Macaco’. De acuerdo con la Fiscal, la conversación se produce el pasado ocho de mayo, un día después de la extradición de Jiménez Naranjo a los Estados Unidos. Por eso se establece que “el amigo que viajó a medianoche”, es el ex jefe ‘para’.

Margarita Pabón decidió aceptar los señalamientos de la Fiscalía y le fue imputado el delito de lavado de activos. En otra de las múltiples conversaciones se evidenciarían los supuestos nexos entre Juan Carlos Ramírez Abadía, alias Chupeta, y el ex director del DAS, general Miguel Alfredo Maza Márquez con DMG.

Cinco días después de la captura de Murcia, las dudas aún parecen muy lejos de dilusidarse. Lo único claro es que aquel hombre fue un buen observador: el modelo que implementó tiene los mismos rasgos que las estructuras criminales sobre las que soportó su frágil imperio.

No hay comentarios: